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Reseña de La función social de la esquizofrenia. Una perspectiva psicoanalítica, de Martín Alomo (Eudeba 2020).

Por Héctor López*

 

Porque hasta donde sabía, la esquizofrenia no se caracteriza lógicamente por su inserción en el discurso ni, por tanto, en el lazo social. Más bien nos hemos acostumbrado a acentuar una relación muy laxa con el uso del lenguaje, del tipo del proceso primario que arrasa con el sentido e impide el lazo social y coloca al enfermo como “mártir del inconsciente”, aquel que justamente sacrifica su inserción en el lazo para dar “testimonio abierto”, es decir real, del inconsciente.

Bueno, la sorpresa es que Martín sostiene, con sólida argumentación, la función social de la esquizofrenia. En principio recurre a una cita de Lacan sorprendente para mí, “la función social de la enfermedad mental es la ironía y esto se palpa en la práctica del esquizofrénico” (1966).  Lo cual entonces pone a la ironía en el centro de la pregunta por el lazo social esquizofrénico.

¿El esquizofrénico practica la ironía? ¿Su transferencia cursa a través de la ironía? Si es así, y Martín entiende que lo es y lo demuestra acabadamente en este libro, entonces no podríamos pensar que el sujeto esquizofrénico queda totalmente fuera del lazo social, porque la ironía, como operación retórica compleja y paradojal, no es sin estar, de algún modo “abonado” al discurso. La ironía se dirige al Otro del lenguaje, afirma Martín. Y esto dice, a mi criterio. que la ironía es un mensaje que a falta de un sentido literal, intensifica el efecto, oposición que plantea Lacan en el seminario 24 para referirse a un significante nuevo del cual dice “que no tiene ningún tipo de sentido pero que tiene un efecto”. En la clínica, la ironía del esquizofrénico nos orienta a estar muy atentos al efecto y no al sentido o sinsentido de su discurso. Este efecto nos acerca más a la dimensión real de la ironía que a su dimensión retórica.

Martín, inspirado en el texto de Lacan “Escritos inspirados” (1931), nos habla de una “posición activa” del enfermo. La ironía, a la que suma otros modos del “decir indirecto” como la antífrasis y la alusión, es un índice del aspecto activo del sujeto esquizofrénico, puesto que pone de manifiesto su intento marcado por enlazarse al Otro. Todo empleo retórico del lenguaje plantea un enigma para el otro, produce un efecto y a mi entender ahí se juega la función social de la esquizofrenia como “el primer paso dialéctico”: un efecto, buscado, de desconcierto sobre el Otro, que reclama y al mismo tiempo rechaza la dialéctica interpersonal.

Pareciera que el psicótico, debido a la laxitud con que trata las reglas del lenguaje convencional, se maneja mejor con el efecto que con el sentido. Rasgo que ha sido tomado clásicamente como un “aspecto deficitario” del habla esquizofrénica, pero que Martín entiende como evidencia de “una manifestación correlativa de la activación del sujeto”, del “dinamismo afectivo” que lo anima hacia el Otro por medios que anudan lo simbólico a lo real a través de la ironía socrática muy presente en Kierkegaard, nos enseña Alomo.

¿A partir de este libro, tendremos que comenzar a pensar de modo menos psiquiátrico, menos deshumanizado a la esquizofrenia? ¿Comparte el esquizofrénico con todos los mortales la doliente “condición humana” de que nos habla Malraux…? ¿No ha habido acaso en la historia de la humanidad personas famosas con esquizofrenia que, irónicamente, han producido efectos perdurables en la cultura a pesar del sinsentido: Einstein hijo, Van Gogh, Eduard Munch, Virginia Wolf, Alan Poe, Megan Fox, Hölderlin, Nietzsche y tantos otros artistas, escritores, deportistas, científicos, emperadores, etc.

Esta “lección del esquizofrénico” en la cultura, nos señala irónicamente cómo se las arreglan ellos para no ceder ante lo que Freud llamó “la necesaria hipocresía para convivir en sociedad”.

Porque el aspecto más real de la ironía esquizofrénica, que es el “ataque al vínculo social” analizado por Martín cuidadosamente, consiste en que el esquizofrénico se despega del sentido, elemento tan necesario para la vida social, porque la hipocresía de la que nos habla Freud, se sostiene precisamente en un acuerdo social sobre el sentido en el que creemos entendernos todos.

De tal forma que ese ataque real cumple paradójicamente una función social por su aproximación a ese poco de verdad que Freud reclama, en “La guerra y la muerte”, más allá de la hipocresía del sentido. Felicito a Martín y auguro un futuro muy exitoso para este libro a partir de hoy mismo.

 

 

Buenos Aires, 26 de noviembre de 2020.

 

*Héctor López es Doctor en Psicología. Profesor Emérito de Clínica Psicoanalítica de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Docente del Doctorado en Psicología y de la Maestría en Psicoanálisis de la Universidad de Buenos Aires. Autor de varios libros sobre clínica psicoanalítica y evaluador de diversas publicaciones científicas.

MARTIN ALOMO

Dr. en Psicología de la UBA

Para contactarse con Martín puede escribir a:
martinalomo@hotmail.com

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