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Los juicios electivos (parte II)

Puntualizaciones sobre la elección del tipo clínico en las psicosis. Autor: Martín Alomo

(…)

El juicio considerado como elección

 

Para comenzar este parágrafo final dedicado a la negación, recurriremos una vez más a una cita que articula juicio y ética, justamente del seminario sobre la ética, que comentáramos en el apartado dedicado a la elección de la muerte:

 

La ética consiste esencialmente -siempre hay que volver a partir de las definiciones- en un juicio sobre nuestra acción, haciendo la salvedad de que sólo tiene alcance en la medida en que la acción implicada en ella también entrañe o supuestamente entrañe un juicio, incluso implícito. La presencia del juicio de los dos lados es esencial a la estructura[1].

 

Es cierto que extraemos esta frase de su contexto, ya que para ubicarla en la trama en que fue enunciada, deberíamos remitirlo a la clase del 6 de junio de 1960, en la que Lacan está ocupado en continuar extrayendo consecuencias de sus extensos desarrollos sobre la tragedia, en relación a la ética específica del psicoanálisis. Sin embargo, con arreglo a nuestros fines, simplemente tomaremos la frase casi a modo de epígrafe, solamente para dejar señalado el punto de que el juicio es un nombre de la ética; que dicho juicio está referido a una acción, y que dicha acción a su vez entraña un juicio, aun cuando esté implícito; que el juicio es esencial a la estructura. Además, con Freud, estamos en condición de decir que pronunciarse a través de un juicio es perpetrar una elección en un sentido o en otro, y agregamos -ahora con Lacan- aunque ello esté implícito.

Por otra parte, que la elección sea un juicio implica, además, que es inesencial. Se trata de una operación que, como tal, nos exime de la pregunta por el agente. ¿Quién elige, qué elige? Según el juicio, según la elección de que se trate, esa pregunta por el agente podrá tener distintas respuestas, pero para todos los casos, la elección es una operación, que en este parágrafo consideraremos judicativa.

¿Comenzaremos entonces por decir que como el juicio es elección, tanto el de atribución como el de existencia son sendas elecciones, y por lo tanto allí el sujeto elige una cosa o la otra en cada caso? Ojalá fuera tan sencillo. Además, para decirlo no necesitaríamos escribir este parágrafo; bastaría con indicar al lector que relea los tres puntos anteriores, y cada vez que encuentre la palabra “juicio” lea “elección”, y concluido el asunto. Sin embargo, como decíamos, el problema no es tan sencillo. Por un lado, esta dificultad presenta una mayor exigencia para una argumentación seria que sostenga la articulación entre juicio y elección; por otro, el beneficio de que una mayor complejidad, como la que encontraremos, nos permitirá delimitar distintos tipos electivos en los que hasta ahora no habíamos reparado, y que son fundamentales para sostener nuestra tesis.

En primer lugar, notamos fácilmente que si hemos de situar una elección en el juicio, esta se manifiesta luego, a posteriori, y el juicio o la elección perpetrada sólo puede inferirse como una suposición. Más aún: en lo que atañe al problema de “La negación”, dicha suposición queda situada -el punto es claramente articulado por Freud, por Lacan y por Hyppolite- en un campo mítico originario, “un mito del adentro y del afuera”. Pero además, la elección que el juicio importa no se hace notar sino a través de una denegación, o bien de una negación de la negación, o bien a partir de los efectos de otro tipo de operación que no llega a ser denegatoria: la Verwerfung.

Primer punto, entonces: la elección judicativa no es de constatación directa, sino únicamente a través de sus representantes. Tales representantes son: a) la denegación freudiana, constatable en “la creación del símbolo de la negación”, es decir cuando la “actitud denegatoria”, comenta Hyppolite, llega al plano de lo simbólico; b) la negación de la negación, nombrada así por Hyppolite, en referencia al siguiente planteo freudiano: el sujeto puede servirse en su discurso de representaciones reprimidas bajo la condición de no-aceptación de las mismas, y aun cuando el analista le señale el punto, aquel persistirá en su negativa; c) la alucinación, testimonio de que “una representación no ha llegado a la luz de lo simbólico” en aquel lugar mítico “más allá del collado”, dice Lacan; d) el acting out, en el que el sujeto expresa ahora activamente, esa articulación entre simbólico y real que en la alucinación sufre pasivamente.

De estas cuatro manifestaciones que nos indican distintos modos de la elección judicativa, a la cuarta, el acting out, la hemos excluido de nuestro análisis, ya que nos interesa detenernos específicamente en las consideraciones a propósito de la alucinación en comparación con la denegación. Luego, vemos que de los otros tres tipos de manifestaciones, los puntos ‘a’ y ‘c’ difieren claramente en su cualidad. ¿Respecto de qué elemento? Difieren en cuanto al “sello de origen”, si uno es Made in Germany, el otro es Made in France. El primer tipo, la denegación freudiana, “más acá del collado”, supone una Bejahung primordial, que ahora permite a la representación-objeto de su inscripción dejarse negar en el plano discursivo. Se trata de la propuesta de Hyppolite: el ser se presenta como no siendo. En cuanto al tercer tipo, la alucinación, si hemos seguido la argumentación lacaniana notamos que el sello de origen remite a otro tipo de operación distinto de la represión: el Hombre de los Lobos no quiere saber nada en el sentido de la represión, dice Freud y comenta Lacan; este tercer tipo es testimonio de que ha operado una Verwerfung, y que si esos contenidos ahora alucinados son para el sujeto retornos en lo real, es porque no existen en lo simbólico, del mismo modo que no existieron en el momento mítico originario en que suponemos la acción de la Verwerfung.

En medio de estos dos puntos, nos queda por caracterizar la negación de la negación. No se trata de ninguna mixtura, ni de otro “sello de origen” distinto a los mencionados; también se tratará de represión o de Verwerfung, sólo que debemos reconocer que el fenómeno clínico comentado por Freud y subrayado por Hyppolite, la persistencia de la negativa del analizante ahora como posición refractaria a las intervenciones del analista, no podemos situarla específicamente para casos de en que haya habido represión o para casos en que haya habido Verwerfung. En todos los casos solemos encontrar este tipo de posición en nuestros pacientes; incluso en aquellos más decididos en su actitud analizante, hay momentos resistenciales en los que esta negación de la negación emerge; aunque probablemente, esto sea más fácil de constatar en los casos de neurosis obsesiva. ¿Entonces estamos diciendo que para todos los casos de posición refractaria a las intervenciones del analista ubicamos la negación de la negación? No, lo que decimos es que el fenómeno “posición refractaria a las intervenciones del analista” puede corresponder tanto a casos en los que haya operado una Bejahung como represión primordial, o en los casos en que haya operado una Verwerfung como rechazo originario[2]. En el primer caso, cuando haya habido Bejahung, situación que con los desarrollos posteriores de Lacan -el seminario sobre las psicosis y “De una cuestión preliminar…- podemos situar como inscripción del Nombre del Padre y, por lo tanto, lógica fálica, es decir neurosis o perversión desde el punto de vista estructural, sólo allí se configura la negación de la negación en la posición refractaria. Esta configuración, como no podía ser de otro modo, se da en tres pasos[3]: a) represión primordial de una representación; b) denegación en el plano simbólico, constatable en “la creación del símbolo de la negación”, retoño de la represión; y c) negación de la negación, dirigida a las intervenciones del analista.

Si pensamos el fenómeno señalado por Freud y comentado por Hyppolite a la luz de las posibilidades que ilumina Lacan para el diagnóstico diferencial de estructuras, observamos sin dificultades que la posición refractaria al análisis por parte de un psicótico no se constituye en esta dialéctica en tres movimientos. Allí tenemos: a) Verwerfung, no ha lugar en lo simbólico para la representación inexistente; y b) por lo tanto, posición refractaria al analista, expresada tal vez en “negativismo” u “oposicionismo”, observaciones habituales en las historias clínicas de los hospitales de salud mental, en el ítem correspondiente a “semiología”.

Recordemos que justamente “oposicionismo” es el rasgo atribuido por Lacan a Aimée, en 1932, como uno de los principales obstáculos a las entrevistas: ella presentaba una actitud caracterizada “por su violencia afectiva, por sus fórmulas estereotipadas, por su carácter de oposición definitiva (…) redhibitoria de todo libre examen (…) y que ponía regularmente un término a la continuación de la plática”[4]. En este apartado del caso, Lacan analiza la “denegación” de Aimée, en  los términos de la Verneinung freudiana; en dicho contexto, sitúa el oposicionismo de la paciente como un modo de una manifestación de la denegación.

Pero vemos que este rechazo a la intervención del analista es mucho más radical que aquel procedente de la represión; se trata en realidad de un rechazo a lo simbólico inexistente, a aquello que no existe porque no ha existido desde un principio. Este tipo de configuración no sólo no es la negación de la negación, sino que tampoco es negación, sino efecto de la forclusión (así traducirá Lacan la Verwerfung a partir de la última clase del seminario sobre las psicosis); y además, tampoco se trata aquí de un movimiento dialéctico. Justamente lo que la Verwerfung cercena de entrada es la posibilidad de la dialéctica: la posición del sujeto -o del Ich freudiano- se cierra, en su actitud de rechazo, a las posibilidades que portan las representaciones que lo solicitan desde fuera, no pudiendo advenir, como consecuencia de esta actitud, el vacío primordial necesario para que se ponga en marcha la dialéctica. Recordemos aquí el planteo lacaniano: “es la hiancia de un vacío la que constituye el primer paso de todo su movimiento dialéctico [el de Freud]”[5].

Hemos dejado señalado un primer punto entonces: la elección judicativa -que es lo mismo que decir el juicio electivo– se infiere a partir de sus manifestaciones clínicas, que son las que hemos comentado. Este panorama nos permitirá situar cuatro tipos electivos. En lo que sigue, nos ocuparemos de caracterizar cada uno de estos cuatro tipos electivos. Ellos son: a) la denegación freudiana; b) la negación de la negación; c) la elección de la esquizofrenia; d) la elección de la paranoia.

 

Cuatro tipos electivos considerados a la luz de las elecciones judicativas

 

1. La denegación freudiana

 

Al caracterizar a la denegación freudiana como una elección, necesariamente nos estamos refiriendo a lo que Lacan llama ese lugar “más allá del collado”, aquel momento de constitución del sujeto en el espacio del mito originario del adentro y del afuera. En este contexto, la denegación freudiana, considerada como “la creación del símbolo de la negación”, como decíamos anteriormente, es a la vez símbolo de una decisión judicativa lógicamente anterior, en aquel momento mítico. El juicio, considerado como elección inesencial, optó por una Bejahung primordial, un tipo de elección constitutiva de un adentro / afuera del sujeto. Este momento del juicio atributivo, ha caracterizado lo rechazado por el sujeto como desagradable, displacentero, y por eso mismo devenido extraño; y en el mismo movimiento, ha constituido un interior al sujeto, ocupado por las representaciones admitidas de acuerdo al principio del placer. Sin embargo, como ya señaláramos, esto no es lo principal que esta opción constituye; incluso podríamos decir que este es el aspecto descriptivo de la operación de inscripción primordial, ya que lo esencial es la constitución del sujeto como un vacío, disponible para aceptar y rechazar lo propio y lo impropio respectivamente, y de este modo inaugurar un movimiento dialéctico.

Siguiendo con el planteo dialéctico, la denegación freudiana, la Verneinung, constituye el segundo movimiento dialéctico. Si lo comparáramos con los momentos hegelianos, se correspondería con el de la negación de la posición inicial o antítesis. En este punto, para situarlo en los términos de Lacan, ya estamos “más acá del collado”, en el plano de lo simbólico, en el nivel en el que el sujeto puede disponer de lo discursivo para dialectizar sus posiciones, por ejemplo a través de una actitud denegatoria.

Pero indaguemos un poco más. ¿Qué elige la denegación, cuál es su opción, su preferencia? Freud es claro: “Negar algo en el juicio quiere decir, en el fondo, ‘eso es algo que yo preferiría reprimir’. El juicio adverso es el sustituto intelectual de la represión”[6]. ¿Conocemos este tipo de opción? Por supuesto. Ya nos hemos referido a ella en nuestro apartado a propósito de los distintos tipos de silencio en el cumplimiento de la regla fundamental. “Eso es algo que preferiría reprimir” se corresponde con el tipo de elección del analizante que silencia las asociaciones, a diferencia de aquel cuyo silencio indica una laguna, una ausencia de representaciones[7]. Este tipo de elección también lo conocemos ampliamente por la proliferación de ejemplos que Freud nos ha legado en La interpretación de los sueños y en la Psicopatología de la vida cotidiana. Por citar sólo dos (muy sumariamente, por cierto, ya que ellos serán objeto de un desarrollo más extenso en un próximo apartado, a propósito de un tipo de momento electivo previo a la puesta en marcha del mecanismo): a) en la conversación con su compañero de viaje, mientras transitaban la costa balcánica, Freud “sofoca” deliberadamente un tema que consideró “incómodo” para incluir “en plática con un extraño”; acto seguido, olvida el nombre “Signorelli”; b) Víctor Tausk, discípulo de Freud, pasando sus vacaciones en los de unos conocidos, descubre con desagrado que la familia que los hospeda abrigan una ideología antisemita; Tausk, para evitar que sus hijos escuchen aquello y denuncien su condición de judíos, les pide que salgan a jugar al jardín; pero al llamarlos, en lugar de “Jungen”, niños, les dice “Juden”, judíos. Poco antes del acto fallido -aunque más bien logrado- confiesa, había decidido “sofocar” su condición de judío, por temor a malograr así la estancia en la casa que los acogía.

En los ejemplos comentados, lo que queda claro es la actitud denegatoria, en ese “sofocar” las asociaciones. En el ejemplo “Signorelli” la denegación se ve traicionada por el retorno de lo reprimido que adviene al lugar del agujero dejado por el olvido. En el caso de “Juden”, la denegación también se ve traicionada, por el equívoco que denuncia finalmente el contenido que se quería sofocar.

Se podrá objetar aquí, quizá, que estos no son ejemplos que se correspondan con los que da Freud en “La negación”. Sin embargo, estos son ejemplos de esa “preferencia” mencionada por Freud para estos casos: “preferiría reprimir eso”. De hecho, a propósito del olvido de “Signorelli”, Freud escribe: “yo quise olvidar algo, había reprimido algo”. Tausk, por su parte, sofoca su condición de judío, que luego se denuncia a través del equívoco. Pero no sólo eso: son ejemplos de “preferiría reprimir eso”, pero también -y esto enriquece dichos aportes- ejemplifican la actitud analizante tanto de Freud como de Tausk, puesta de manifiesto en la actitud analizante posterior al olvido y al fallido.

Finalmente, en la elección inherente a la denegación freudiana, debemos reconocer dos niveles, que se corresponden con aquella demarcación lacaniana: más allá o más acá del “collado”. En un primer nivel, en el nivel del juicio atributivo, situamos una elección que admite y rechaza representaciones pertenecientes y extrañas al sujeto, respectivamente; pero en este caso no se trata del rechazo absoluto de la Verwerfung, sino de una expulsión posibilitadora de la introyección en el yo, y con ello su constitución. Luego, en un segundo nivel, la denegación representa la opción por la represión en el plano discursivo.

Todavía un matiz en relación a los ejemplos que comentamos. Ellos, tanto el silenciamiento de las asociaciones comentado en “Sobre la dinámica de la transferencia”, como los ejemplos “Signorelli” y “Juden”, presentan un denominador común: en todos los casos el sujeto es consciente, diríamos, de aquello que “preferirían no reprimir”: preferiría no decirle esto a mi analista; preferiría no hablar de estos temas con un extraño; preferiría silenciar mi condición de judío. Mientras que en los ejemplos que cita Freud en “La negación”, queda más acentuado el rasgo del desconocimiento del lado del yo, que utiliza en el discurso representaciones reprimidas bajo el signo del desconocimiento. Sin embargo, es coincidente el punto del desconocimiento del yo en el momento del retorno de lo reprimido: el yo de Freud, mientras lo padece, desconoce el motivo de su olvido; como desconoce Tausk que está denunciando a viva voz su judaísmo en el momento en que lo hace.

Este punto reviste gran importancia, y por eso mismo, como decíamos, le dedicaremos un apartado completo: en el momento de retorno de lo reprimido el yo manifiesta del modo más tonto posible su condición de desconocimiento: se olvida, se equivoca, no sabe. La diferencia en los casos de Freud y de Tausk, manifestada en las teorizaciones de sus ejemplos, es que ellos, en un momento posterior a la manifestación del retorno de lo reprimido, no estaban situados en una posición de no querer saber al respecto, sino en una posición francamente analizante, aunque se tratara de situaciones de la vida cotidiana y no del dispositivo analítico.

Dos decisiones entonces: más allá del collado, inscripción primordial, represión primaria; más acá, “preferiría reprimir eso”, denegación. Y si como escribe Freud, “la función del juicio es decidir”, no adulteramos en modo alguno su propuesta, sino simplemente resaltamos un rasgo del asunto, al decir que se trata de un tipo electivo.

 

2. La negación de la negación

 

Como ya situáramos el punto más arriba, en el caso de la negación de la negación nos encontramos en el tercer momento de la dialéctica hegeliana. Por lo tanto, aquí también debemos suponer una Bejahung primordial, pero además una actitud negativa manifestada por una denegación, una Verneinung a nivel del discurso; hasta aquí los dos primeros momentos. Luego, el tercer momento, la negación de la negación propiamente dicha, constatable en el rechazo del paciente a las intervenciones del analista; y si decimos paciente es porque justamente en esta actitud de doble negación no se comporta como un analizante, ya que elige persistir en una posición de no querer saber. Freud y Tausk en los ejemplos comentados, luego de la manifestación de lo reprimido a través de sus retornos, querían saber del asunto, y esto los constituía en una posición francamente analizante, aunque se tratara de experiencias de la vida cotidiana. Sin embargo, cuando en el análisis adviene un contenido probablemente ligado a lo reprimido, y esto es señalado por el analista de algún modo, y aun así el paciente rechaza la idea de involucrarse con eso, lo que se manifiesta es la negación de la negación ligada a una posición de no querer saber.

Este tipo de negación de la negación agrega un punto electivo más en relación a la denegación. Esta se caracteriza por un “preferiría reprimir eso”, mientras que la negación de la negación se caracteriza por un “este contenido reprimido que retorna en mi discurso, y que Ud. me hace notar, no tiene nada que ver conmigo”. Considerada en relación al cumplimiento de la regla fundamental, se trata de una posición resistencial del analizante, que si decide por persistir en ella, clausuraría la posibilidad misma de análisis. Como dice Colette Soler, “la cadena inconsciente sólo aparece en la técnica freudiana por el trabajo de desciframiento. Es un trabajo, y para hacer un trabajo ¡hay que querer hacerlo![8] Citando una vez más a Pablo Peusner, coincidimos con él en que “el sujeto recibe su propio mensaje en forma invertida como proveniente del Otro, si quiere”, tal como comenta parafraseando el axioma lacaniano. En este sentido, podríamos decir que este tipo de negación de la negación situado por Hyppolite en su lectura de Freud, constituye una elección francamente resistencial al trabajo analizante, y finalmente al análisis mismo.

Antes de pasar al próximo tipo electivo que consideraremos a propósito de las elecciones judicativas, una pequeña digresión, tendiente a elucidar un punto que habíamos dejado pendiente, a propósito del comentario de Jean Hyppolite sobre la Verneinung. Allí adelantábamos que luego nos ocuparíamos de diferenciar la negación de la negación relativa a la denegación, de aquella otra que nosotros situáramos para la elección del héroe trágico, en el apartado que le dedicamos a los tres tipos electivos delimitados a propósito del problema de la elección de la muerte. Pues bien, aquí nos ocuparemos de establecer tal diferenciación.

Para el héroe trágico, habíamos situado la negación de la negación en relación a su posición decidida frente a la contingencia del ser o no ser. Frente a lo contingente, conceptualizado con Aristóteles y Tomás de Aquino como lo que puede ser y lo que puede no ser[9], la elección trágica opta decididamente por el “puede ser”, tachando con su acto electivo la vertiente del “puede no ser”. De este modo, este tipo de negación de la negación queda configurado al encontrarse el sujeto con la contingencia de que lo que él dijo que era, podría llegar a no ser, lo cual constituiría una negación de su ser, que como señalara Lacan es percibida por el sujeto como su propia nada, a partir de la percepción de que él podría llegar a faltar en la cadena significante que soporta su realidad discursiva. El sujeto palpa que los avatares de la contingencia le presentifican su propia negación: “tú puedas faltar allí donde dijiste que eres”, le dice la contingencia. Frente a tal negación, el héroe trágico tacha decididamente con su acto dicha opción negativa optando por la positiva, negación de la negación entonces. El sujeto es negado por su falta, a la que a su vez niega.

Para establecer la comparación con este otro tipo de negación de la negación que sitúa Hyppolite a propósito de la denegación freudiana, simplemente un comentario: decimos que cada vez que se produce una elección del tipo trágico, en la que el sujeto tacha con su acto la negatividad que lo negativiza, encontramos allí la configuración dialéctica denominada negación de la negación. Pero ello no significa que toda negación de la negación sea un acto de elección trágica. El tipo de negación de la negación detectado por Hyppolite en su lectura de Freud es ejemplo de ello.

Además, debemos anotar la diferencia fundamental entre un tipo y otro en el siguiente rasgo: mientras que en la elección trágica el deseo es ley y su realización se impone -aunque no por ello es menos elegida- a cualquier precio;  en la elección refractaria al psicoanálisis, en cambio, la ley es más bien el primum vivere ligado al miramiento por el servicio de los bienes (claramente ejemplificado por el ejemplo “Juden”, en el que Tausk no quería perder la comodidad conseguida, aun al precio de silenciar su condición de judío). Si quisiéramos articular este tipo de elección refractaria al análisis con alguno de los tipos electivos delimitados a propósito de la elección de la muerte, creemos que se correspondería con el tipo de elección mediocre, debido a los lazos que la atan al primum vivere. Recordamos que en el otro tipo electivo correspondiente a otra condición ética, el de la libertad irrisoria, cuyo ejemplo es Lear, el sujeto podía liberarse de los lazos del servicio de los bienes -si bien con reservas- y más bien lo que condenaba su acto al infortunio, malográndolo, era su persistencia en la posición de hijo dañado por el padre imaginario privador.

 

3. La elección de la esquizofrenia

 

Llegamos aquí a uno de los tipos electivos que podemos recortar a propósito de la operación del juicio, que -como habíamos adelantado- no conocíamos, al menos considerado en todos los aspectos que podemos extraer de este análisis.

Por un lado, tenemos el juicio de atribución rechazado, repudiado, verworfen. Allí, en aquel momento originario en el que en los casos anteriores encontrábamos una Bejahung primordial, la Verwerfung ha borrado de raíz toda posibilidad dialéctica, ya que con su rechazo radical no ha permitido que se constituya el sujeto como vacío fundante “del primer paso de la dialéctica freudiana”, en los términos de Lacan. No deja de ser interesante considerar ahora este aspecto como un juicio electivo, que denota la posición del sujeto, aunque -si somos consecuentes con la argumentación- no se trataría del mismo tipo de sujeto que en los casos anteriores. Allí, teníamos al sujeto constituido en el origen como un vacío, condición de posibilidad para la puesta en marcha dialéctica; aquí… ¿tenemos un sujeto? En todo caso un sujeto esquizofrénico, que -como vemos- no presenta la cualidad de vacío dialectizable.

Lo interesante de resaltar el factor electivo inherente a la operación del juicio, nos permite situar la posición subjetiva, aquí también, como una condición ética propia del sujeto en cuestión, sea cual fuere su estatuto. Condición ética singular determinada por una elección a la vez determinante del cercenamiento de toda posibilidad dialéctica. Esta posición de no querer saber nada en el sentido de la castración, que a menudo se corresponde con observaciones del tipo “inercia psicótica”, “oposicionismo”, “negativismo”, justamente resulta irreductible por el influjo analítico dirigido a conmoverla ya que no se deja negar por la posibilidad de lo nuevo. Freud ha constatado el obstáculo en la clínica, caracterizando a las psiconeurosis narcisísticas como no asequibles al análisis por la dificultad que presentaban para establecer un vínculo transferencial analítico.

Encontramos también otro aspecto de la elección en la esquizofrenia. Nos referimos aquí al desarrollo lacaniano que ya hemos comentado, a propósito del “sentimiento de déja vu” que sale al encuentro de un significante para ese significado, y se encuentra con la “alucinación errática” que retorna desde lo real. Notemos que Lacan dice “encuentro” y no “reencuentro”. El esquizofrénico no va a reencontrar en la realidad el objeto perdido, sino que va a encontrar el significante que explique el significado enigmático sugerido por el sentimiento de déja vu, verdadero desarreglo de los movimientos de anticipación y retroacción inherentes a la repetición. En el esquizofrénico encontramos la anticipación, por ejemplo en el sentimiento de déja vu, pero falta la retroacción que anude lo imaginario a la cadena simbólica; luego, los efectos de la cadena rota se imponen como retornos en lo real.

A pesar de todo ello, nos interesa subrayar el punto de actividad del esquizofrénico, que Lacan destaca comentando “la insistencia del esquizofrénico en dar ese paso”. Más arriba nos hemos extendido en un comentario a propósito de ese párrafo, analizándolo con cierto detalle.

¿A qué llamamos “elección de la esquizofrenia” entonces? Por un lado, a aquella decisión que importa el juicio condenatorio, el juicio de repudio inherente a la Verwerfung. Por otro, a la misma condición de la Verwerfung que se pone de manifiesto en cada paso que el esquizofrénico da “con insistencia”, aunque en vano, en pos de encontrar -ya que no de reencontrar- en la realidad aquello que para él no existe[10]. ¿Como decíamos a propósito de la denegación y de la negación de la negación, se trata también aquí de dos niveles electivos? No, en el caso de la esquizofrenia el nivel es el mismo: se trata de un sujeto muy particular en su cualidad de llenura, de plenitud, que se mantiene en un mismo nivel de exclusión de toda posibilidad dialéctica. Por esto, podríamos decir que el paso dado con insistencia aunque en vano, el “salir al encuentro”, nos muestra el mismo tipo de operación forclusiva que podemos inferir para los orígenes, aunque ahora con el agregado de una actividad nueva destinada al fracaso. Mientras la Verwerfung determina la inexistencia de las representaciones, el retorno en lo real denuncia dicha inexistencia en lo simbólico. Pero la actividad de “ir al encuentro con insistencia” denuncia otra cosa: el esquizofrénico quiere revertir la cosa juzgada, como quien apela a una segunda instancia. Pero la apelación ha fracasado de antemano porque nadie puede solicitar que se reabra un juicio sobre una causa que no existe.

Sin embargo, aun con todos los miramientos del caso, ponemos el aspecto activo de la elección esquizofrénica a cuenta de un querer, de un vouloir, y en tal sentido, de una preferencia. Preferencia destinada a la insatisfacción, elección truncada por la amonestación que importa el retorno en lo real de lo verworfen en lo simbólico, pero preferencia al fin. Como decíamos antes, toda elección se pone de manifiesto en el acto electivo consumado. En este caso, en cambio, la preferencia truncada del esquizofrénico se ve sancionada por el acto electivo malogrado. Entonces, teniendo en cuenta esto, podríamos preguntar: ¿el esquizofrénico quiere o no quiere? Y podríamos responder: podría parecer que quiere -el potencial simplemente señala una condición que no es necesaria para todos los esquizofrénicos-, pero como originariamente no quiso, ahora no puede; preferencia abortada entonces. Aunque en muchos casos no puede y no quiere, y su posición es bien explícita al respecto.

Debemos matizar estas elucubraciones, con la consideración de que lo que hacemos aquí es extraer la mayor cantidad de consecuencias que podamos de la respuesta de Lacan al comentario de Hyppolite. Allí, Lacan se refiere a la alucinación del dedo cortado del Hombre de los Lobos, y el sentimiento de déja vu es comentado a propósito de la experiencia del mismo paciente, quien al contarle por primera vez a Freud la alucinación, creía haberlo hecho ya anteriormente. Por lo tanto, todo lo dicho en este apartado a propósito del esquizofrénico, se circunscribe a una lectura que hacemos del mencionado comentario de Lacan. En La elección irónica. Estudios clínicos sobre la esquizofrenia (2012), profundizamos nuestra investigación sobre la elección de este particular tipo clínico en relación a la posición subjetiva y al lazo social.

 

4. La elección de la paranoia

 

En cuanto a la elección de la paranoia, nos hemos referido a ella ampliamente a propósito de la lógica silogística y la lógica gramatical, en otro lugar[11]. Veremos aquí qué aporta a aquellas elucidaciones la consideración de lo electivo en relación a la operación del juicio.

Como veíamos, en el caso de la esquizofrenia Lacan ubica una carencia a nivel de la inscripción primordial. Para la paranoia, en cambio, sitúa la posibilidad de retroacción, lo que implica la aceptación aunque sea parcial de los sentidos portados por las representaciones que solicitan al sujeto desde una posición externa. Decir esto, es lo mismo que decir que para la paranoia supondríamos un inscripción primordial, con la constitución de un adentro y un afuera. Sin embargo, algo de lo no dialectizable persiste en la posición paranoica, que no encuentra un punto de detención para situarse como sujeto. Hay retroacción al nivel de la cadena, entonces, pero no hay articulación del sujeto en el intervalo de los significantes; o dicho de otro modo, no hay intervalo. El sujeto, entonces, persiste conminado a la fijeza de una posición única, no dialectizable.

Respecto de la elección de la paranoia a través de las estructuras lógicas es posible situar lo electivo en un punto exterior a aquellas estructuras (en un punto exterior al silogismo, por ejemplo). Notamos aquí, a propósito del juicio de atribución que debemos suponer para el paranoico, que dicha posición exterior a la estructura remite a una posición no dialectizable, que si bien no rechaza la participación en un universo de sentido, sin embargo, no admite la posibilidad de que esos sentidos varíen, ni tampoco la posición dialéctica del sujeto. Notamos una fijeza del paranoico en sus convicciones, que más bien deberíamos llamar certezas, enlazadas en cierto modo al sentido, a lo imaginario, aunque afectado por la condición de inflexibilidad.

En el “Manuscrito ‘H’” observamos cómo Freud sitúa allí la condición de desconocimiento por parte del yo respecto del cambio interior. Luego, a raíz de esta condición, la necesidad de hacer consistir afuera un agente de tal modificación, constituyéndose de este modo el delirio paranoico. Ya en el manuscrito notamos que dicha explicación delirante que se da el paranoico, si bien constituye un recurso para dar cuenta de la experiencia subjetiva, es un recurso a nivel de la retroacción, de los enunciados, que deja -sin embargo- intocada la posición enunciativa del sujeto. Éste no es tomado en esa retroacción a nivel del trauma, ya que la retroacción remite sólo a la articulación simbólica sin una captura dialéctica de la posición del sujeto en ella.

Para la paranoia, entonces, situamos una elección caracterizada también por una Verwerfung, aunque las “representaciones imaginarias prevalentes”, en un nivel “presignificante” tienen incidencia en el cuadro. Esta incidencia y esta retroacción permitirán que los retornos en lo real advengan mediatizados por la lógica y por el sentido del delirio o de las interpretaciones delirantes.

El juicio electivo de la Verwerfung caracteriza el aporte más importante de la lectura lacaniana de “La negación” de Freud, y del comentario de Hyppolite. Pero vemos que las consideraciones del “Manuscrito ‘H’” permiten entender la elección ulterior de la paranoia: cuando frente a la percepción de un cambio interior, el sujeto desconoce dicho cambio, la elección entonces supone un agente externo, en lo real, para dicha alteración.

 

 

Bibliografía

 

-Alomo, M. (2012). La elección irónica. Estudios clínicos sobre la esquizofrenia. Buenos Aires: Letra Viva, 2012.

-Alomo, M. (2013). La elección en psicoanálisis. Fundamentos filosóficos de un problema clínico. Buenos Aires: Letra Viva, 2013.

-Alomo, M. (2013). Clínica de la elección en psicoanálisis. Libro I. Por el lado de Freud. Buenos Aires: Letra Viva, 2013.

-Alomo, M. (2013). Clínica de la elección en psicoanálisis. Libro II. Por el lado de Lacan. Buenos Aires: Letra Viva, 2013.

-Freud, S. (1912). “Sobre la dinámica de la transferencia”, OC. Buenos Aires: Amorrortu, vol. XII, pp. 93-106.

-Freud, S. (1925). “La negación”, OC. Buenos Aires: Amorrortu,1995, vol. XIX, pp. 249-258.

Hyppolite, J. (1954). “Comentario hablado sobre la Verneinung de Freud”. En J. Lacan, Escritos 2, op. cit., pp. 859-860.

-Lacan, J. (1954). “Respuesta al comentario de Jean Hyppolite sobre la Verneinung de Freud”. En Escritos 1. Buenos Aires: Siglo XXI, 1998.

-Lacan, J. (1964). “Posición del inconsciente”. En Escritos 2. Buenos Aires: Siglo XXI, 1998.

-Maleval (2000). La forclusión del Nombre del Padre. Buenos Aires: Paidós, 2002.

-Lacan. J. (1932). De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad. México:  Siglo XXI, 2006.

-Lacan, J. (1959). La ética del psicoanálisis. El seminario. Libro 7. Buenos Aires: Paidós, 2001.

-Lombardi, G.; Alomo, M. (2012). “Puntualizaciones sobre las estructuras lógicas y la elección de la paranoia en la obra de Sigmund Freud (en el período 1895-1911)”. En Anuario de Investigaciones, Vol XIX. Buenos Aires: Secretaría de Investigaciones, Facultad de Psicología, UBA, 2012, pp. 91-98.

-Rabinovich, D. (1999). El deseo del psicoanalista. Libertad y determinación en psicoanálisis. Buenos Aires: Manantial, 1999.

-Soler, C. (2009). La querella de los diagnósticos. Buenos Aires: Letra Viva, 2009.

-Tomás de Aquino (1259-1274). Summa Teológica, B.A.C., Madrid, 2010. (Edición bilingüe latín-español).

-Tomás de Aquino (1252-1259). Summa contra Gentiles, B.A.C, Madrid, 1963.


* Magíster en Psicoanálisis (UBA). Coordinador de la Residencia en Psicología Clínica del Hospital B. Moyano (GCABA). Docente e investigador de la Facultad de Psicología (UBA). Presidente del Comité de Ética en Investigación del Hospital B. Moyano (GCABA). En 2014, junto a Vanina Muraro, publicó Las tragedias del deseo por editorial Letra Viva. martinalomo@hotmail.com

 

[1] Lacan, J. (1959). La ética del psicoanálisis. El seminario. Libro 7, op. cit., p. 370.

[2] La posición refractaria al psicoanálisis no es patrimonio exclusivo del psicótico, del neurótico o del perverso. De lo que se tratará, entonces, es de elucidar en qué casos corresponde situar la negación de la negación mencionada por Hyppolite.

[3] Decimos que no podría ser de otro modo, ya que se trata de los tres momentos de la dialéctica hegeliana: posición, negación de la posición, y negación de la negación. O también, en su versión más difundida: tesis, antítesis y síntesis. A estos tres movimientos dialécticos y no a otros está referida la negación de la negación mentada por Hyppolite en su comentario.

[4] Lacan, J. (1932). De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad, Siglo XXI, México, 2006, p. 212.

[5] Lacan, “Respuesta al comentario…”, op. cit., pp. 376-377.

[6] Freud, “La negación”, op. cit., p. 254. Cursivas nuestras.

[7] Cf. Freud, “Sobre la dinámica de la transferencia”, op. cit., nota nº 3, p. 99.

[8] Soler, C. (2009). La querella de los diagnósticos, Letra Viva, Bs. As., 2009, p. 55. También podemos ilustrar el punto citando, una vez más, a Pablo Peusner: “el sujeto recibe su propio mensaje en forma invertida como proveniente del Otro, si quiere”, tal como comenta parafraseando el axioma lacaniano. (Vg. Peusner, P. (2010). Reinventar la debilidad mental, Letra Viva, Bs. As., 2010, p. 51).

[9] Tomás de Aquino (S. XIII). Summa Teológica,  I, q. LXXXVI, 3 c. Cf. también Summa Contra Gentes, L. III, q. LXXV; cfr. también, L. III, q. LXXIV; y Summa Teológica, I-IIae, q. XIII, 6. Nos ocupamos en extenso del tema en: La elección en psicoanálisis. Fundamentos filosóficos de un problema clínico. Buenos Aires: Letra Viva, 2013.

[10]En otro lugar nos ocupamos extensamente sobre la cuestión de la posición subjetiva del esquizofrénico, en relación a la práctica irónica que lo caracteriza. Cf. La elección irónica. Estudios clínicos sobre la esquizofrenia. Buenos Aires: Letra Viva, 2012.

[11] Lombardi, G.; Alomo, M. (2012). “Puntualizaciones sobre las estructuras lógicas y la elección de la paranoia en la obra de Sigmund Freud (en el período 1895-1911)”. En Anuario de Investigaciones, Vol XIX. Buenos Aires: Secretaría de Investigaciones, Facultad de Psicología, UBA, 2012, pp. 91-98. También le hemos dedicado un capítulo en nuestro volumen Clínica de la elección en psicoanálisis. Libro I. Por el lado de Freud. Buenos Aires: Letra Viva, 2013, pp. 123-156.

 

(Está permitido utilizar el texto citando fuente y autor).

MARTIN ALOMO

Dr. en Psicología de la UBA

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