Pospandemia y sustentabilidad: ¿Quién podrá tapar el sol con las manos? Nota en Diario Perfil.

POSPANDEMIA Y SUSTENTABILIDAD

¿QUIÉN PODRÁ TAPAR EL SOL CON LAS MANOS?

Reflexiones de un psicoanalista sobre el desarrollo sustentable en la pospandemia, a la luz de las nuevas evidencias manifestadas a nivel global durante 2020 y 2021.

Entre tantos pesares, desde los menos graves -como no poder hacer festejos ni viajar libremente- hasta los más serios, que prefiero no nombrar pero todas/os sabríamos listar, la pandemia ha dejado también algunos efectos colaterales sorprendentemente benéficos. Por ejemplo, el descenso notable de la polución ambiental, hecho incontrastable que, entre otras cosas, deja en claro que el denominado “efecto invernadero” no era una fábula.

Esto plantea un desafío insoslayable para los empresarios: resulta imperante orientar y fortalecer las políticas de desarrollo sustentable para todas las actividades humanas y, en particular, para la producción. La pospandemia, si quisiéramos llamar así al control de la propagación de las infecciones por Sars-CoV-2 por medio de la prevención y el tratamiento, debería librarnos de esa otra pandemia que padecíamos antes de la llegada del COVID-19: la contaminación arrasadora, creciente y omnipresente.

Si reflexiono sobre este punto es porque en mi condición de psicoanalista estoy advertido de distintos modos que tenemos las personas de hacernos los tontos. “Debería cuidarme”; “a veces me enojo mucho”; “tendría que estar más presente en mi familia”; “sé que no estoy bien con mi pareja”; “debería empezar terapia” y un extenso etcétera de pendientes autopercibidos que, sin embargo, en la vida cotidiana son desmentidos con un “pero aun así”. Pero aun así seguimos insistiendo en prácticas que tarde o temprano nos pasarán factura. Esa artimaña psíquica muy frecuente de la que todas/os participamos en mayor o menor medida procede del siguiente modo: obramos como si no fuéramos capaces de establecer un vínculo entre nuestros actos y sus consecuencias.

“Como si” no fuéramos capaces significa que en realidad podríamos establecer el acuerdo a fines pero hacemos “como si” no. Entonces, más bien se trata de un corte, una desconexión: producimos un divorcio entre una percepción aborrecida, aversiva o simplemente incómoda -que nos sugeriría salir de la tan mentada “zona de confort” para ocuparnos de ella- y las consecuencias de persistir en el viejo modo conocido. En cambio, para no incomodarnos, optamos por otra táctica: la desmentimos.

Como decía más arriba, este mecanismo psíquico es frecuente y está presente en todas las personas, nada más y nada menos porque forma parte estructural de la vida. Para que eso que denominamos “realidad” tenga un sentido que no se desvanezca rápidamente bajo los efectos de la desesperanza o el signo de la depresión, habitualmente desmentimos ciertos saberes demasiado inquietantes relativos a la muerte que, como al principio de esta nota, prefiero no mencionar pero que todas/os sabríamos listar.

Lo que acabo de explicar funciona a nivel subjetivo: es el psiquismo de cada quien el que lidia de este modo con los aspectos más difíciles, para poder salir al ruedo cada día, ya que vivir es un desafío cotidiano.

Pero no tenemos porqué suponer que a nivel macropolítico y empresarial funcionaría una extrapolación de las categorías psicoanalíticas para explicar las determinaciones múltiples de empresarios, estados y entes reguladores. Por eso me pregunto, humildemente, desde mi área de saber sobre lo subjetivo y sin poder calcular anticipadamente cuál es el alcance de la pregunta: con respecto a lo que la pandemia nos enseñó sobre el cese de la contaminación y el correlativo efecto benéfico sobre el medio ambiente, ¿ahora quién podrá tapar el sol con las manos?