Hace algunas décadas Francis Fukuyama (1992) proclamó “el fin de la historia”, aseveración polémica con resonancias hegelianas que podemos leer hoy como una crónica del reacomodamiento estructural y el correlativo desconcierto internacional en los ejes político y económico de principios de los ’90, con un sesgo ideológico determinado.
Sin embargo, por esos tiempos, Alain Touraine (1994) recuperaba la idea de “aldea global” de Marshall McLuhan (1962) y lejos de tranquilizarnos respecto del cese de las luchas de poder para conseguir el reconocimiento del Otro -como pareciera querer Fukuyama-, visionario, anunciaba que la globalización propiciaría el recrudecimiento de las diferencias étnicas y religiosas, reconcentradas en grupos que incluso minoritarios radicalizarían sus posiciones y comandarían las narrativas y los semblantes de las guerras por venir.
Sobre cómo incide este tema en el uso compulsivo de las redes sociales escribí para mi columna en
Diario La Razón de México de hoy.