Escribe Schiller: “A todos pertenece lo que piensas, solo a ti lo que sientes”. El mundo íntimo de los sentimientos, dentro del que hay lugar para el capricho con todas las versiones de lo patético, salvo que pase por el tamiz del lenguaje y, como tal, sea transformado en palabras, pertenece al campo de lo inefable.
Me parece que esta frase es el corazón de mi columna de hoy en
Página/12.