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La Elección en Psicoanálisis. Fundamentos filosóficos de un problema clínico.

Ficha Técnica

Buenos Aires: Letra Viva, 2013.ISBN: 978-950-649-484-1. 88 p

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Descripción

Prólogo

Algunos prólogos presentan la obra, otros la resumen o la elogian, otros la prolongan, otros la dejan de lado y hablan de otra cosa. En este caso, casi todo lo que tengo para decir está ya incluido en esta obra a la que he contribuido de modos diversos, según explica el propio autor. No caeré en el desliz tautológico de los cartógrafos de aquel imperio cuyo mapa abarcaba la superficie del imperio. Es una obra clara y amena, no necesita repetición, ni elogio, ni resumen. Me limitaré a señalar su importancia, y a comentar algún aspecto que podría parecer lateral y no lo es.

El tema es el tema central del psicoanálisis, es el del ser hablante en tanto res eligens, la cosa del mundo que se especifica por elegir, por poder elegir, por tener que elegir, incluso sin saberlo y a veces sin quererlo, y con resistencias a saberlo y a quererlo. Es el tema de la libertad en la búsqueda real de las posibilidades del hombre, de cómo ella lo afecta y de cómo él responde.

Durante miles de años, la filosofía se ocupó de investigar la libertad del hombre, sus condiciones, sus facultades para ejercerla; multiplicó instancias, capacidades, actitudes, ensayó restricciones. Sus desarrollos más descollantes en la materia, la Etica para Nicómaco de Aristóteles, la Crítica de la razón práctica de Kant, La fenomenología del espíritu de Hegel, o El ser y el tiempo de Heidegger, incluso El ser y la nada de Sartre, generaron diversas figuras e instrumentos lógicos de exploración de la libertad humana, pero quedaron empantanadas en dificultades insuperables. La filosofía no desarrolló un método para tratar la singularidad del ser sino desde un discurso universal, ella permanece al servicio de un “para todos” que sólo el amo o el académico puede aprovechar, ya que deja afuera al sujeto de cuya libertad habla desde afuera. Por el formato universal en que es formulada, esa libertad queda en ese sujeto condenada a la fantasía, inmovilizada por el temor de excederse, de abusar del prójimo, de herirlo, de realizar algunos de esos deseos que Lacan resume en el dictum: yo te amo, pero como amo en ti algo más que a ti, te mutilo.

El título de este libro es generoso con la filosofía, encuentra en ella los fundamentos de un problema clínico. Fundamentos hechos de conceptos, de instrumentos teóricos, de ejemplos luminosos, y también de la imposibilidad evidente de la filosofía en dar ese paso que el psicoanálisis autoriza, con un método que permite seguir los caminos sinuosos, inconscientes y contradictorios de las elecciones suspendidas, demoradas o deshechas, que en el hombre común se traducen en la particularidad del síntoma. A veces el psicoanálisis permite el pase de la elección forzada a la realización de un deseo al que acaso nos hemos destinado desde nuestra lectura adolescente y peculiar de un accidente de la infancia.

Cuando el filósofo teoriza como Kant sobre la libertad, como Schopenhauer o Nietzsche sobre la voluntad, como Heidegger sobre la angustia y la cura, como Sartre sobre la responsabilidad, su discurso choca contra lo mismo que propone como solución: cualquier figura de la libertad, en un discurso sobre lo universal, transforma lo optativo en necesidad superyoica, generando el desgarramiento ético del sujeto, vale decir ese síntoma que en cada uno constituye la verdad de la filosofía, y que ésta, en tanto monoléctica irredimible, no puede tratar seriamente. Por eso la Sorge que propone, para el hombre común no va más allá de la autoayuda: arreglátelas como puedas. O con resonancias estoicas, ¡cuidate!, que en Argentina equivale a decir “adiós”.

Martín Alomo deja en un lugar aparte a Kierkegaard, el místico e irónico danés que, como Hamlet, supo hablar de sí, de su propia opacidad, declarándose contrario a las posibilidades de toda Aufhebung generalizante, y afirmando su paso singular, antes de la invención del psicoanálisis, en la certeza de que en el sexo, y tal vez sólo en el sexo, la síntesis de los opuestos se revela como contradicción. Kierkegaard evitó en primera persona esas figuras bufonescas de la libertad que desembocaron en el sadismo del imperativo categórico, en el saber absoluto, en el superhombre, en la pureza de la nación o de la raza, en la rectificación ética requerida a todos, incluso al musulmán.

Es sobre la base de estas adquisiciones conceptuales que Alomo habrá de mostrar, en volúmenes sucesivos, la eficacia del paso freudiano y del retorno lacaniano, consistentes en dejar de hablar del sujeto en su paradójica singularidad (todos somos singulares, ironiza Colette Soler) para darle la palabra, y con él analizar ese punto nuclear en torno al cual su ser se ha constituido: aquel trauma o accidente, de los tantos sufridos en la infancia, que en ese momento o a posteriori despertó su posibilidad de elegir, en sus peculiares preferencias pulsionales eróticas y mortíferas. El método freudiano no sólo es dialéctico, más radicalmente aún es dialógico. La libertad asociativa puede ser llevada en él hasta el límite en que se confiesa esa peculiar forma de ser que es el síntoma, esa forma desgarrada del ser hablante ante una opción fundamental, que el psicoanálisis busca llevar desde su forma alienada de elección forzada, hasta el elegir elegir que caracteriza los actos causados en el deseo.

Desde Freud se puede saber entonces que el sujeto de nuestro tiempo es el que nace en el acontecimiento traumático de una elección. ¿Y cuál es, precisamente, el trauma elegido? Es aquel que, entre todos los traumas de la infancia, más radicalmente plantea la erótica de la elección ante el deseo que llega del Otro, aquel que más visceralmente afecta al ser hablante en tanto res eligens. Allí tallan las variantes particulares en las que la pulsión se declina y se destina en el deseo tentador del Otro. Ya la primera nosología de Freud está constituida en torno de las distintas posiciones subjetivas que pueden tomarse como reacción a la contingencia seductora del trauma: autorreproches dialectizables en la neurosis obsesiva, no dialectizables en la melancolía, falsa inocencia en la histeria, inocencia cierta y aun así bomba de tiempo en la paranoia.

Por eso el síntoma es la categoría central de la clínica psicoanalítica, y puede resumirse como un elegir no elegir. En el síntoma, la res eligens contradice su libertad, su derecho, su posibilidad, pero permanece electiva. El síntoma es un suicidio a medias, en el que a partir de la contingencia -el poder no ser-, se afirma la posibilidad. Mortificando la vida, se erotiza una estática del deseo que mantiene al ser hablante potencialmente electivo.

Dios no juega a los dados, afirmó Albert Einstein ante el surgimiento sorprendente de la física cuántica. No sabemos a ciencia cierta si se equivocó, pero sí sabemos con certeza empírica que el hombre sí lo hace, que él es el homo ludens, según lo muestran las investigaciones antropológicas, sociológicas, psicoanalíticas.

Debo a Edmundo Mordoh esta observación de Roger Caillois: que las bestias también conocen el juego, que los juegos de competencia, de simulacro o de vértigo no son específicos de nuestra especie, y que sólo los juegos de azar son especialidad del humano. En estos el jugador se somete a una fuerza abstracta e insensible, cercana a la divinidad, a la que otorga el estatuto de un elemento ineluctable.

La idea es decisiva y Alomo la encuentra en sus referencias y en la elaboración clínica de la que da cuenta en los volúmenes que siguen. En el azar, el hombre encuentra un elemento real que rompe lo necesario, sea que esa necesidad derive de su organismo, de sus instintos, de su fuerza, o que proceda de las exigencias que le impone el Logos -el saber de la lengua, la mecánica del lenguaje, la disciplina del discurso imperante-. En el azar, que se presenta bajo la forma del accidente, de la ruptura, del trauma, el hombre encuentra la oportunidad real de que se realice una preferencia, un deseo, un designio, sin cálculo previo y sin intervención decisiva de su conciencia. Es la posibilidad de realización de una elección ya tomada sin tener que decidirlo.

Ese real sin ley que es el azar permite advertir el paso enorme que debió darse para que un hallazgo fundamental de la Física de Aristóteles, la teoría de las causas por accidente explicada más abajo por Alomo, encuentre una aplicación concreta en la teoría freudiana de la causalidad, la que determina ya su primera nosología.

Discretamente Freud habrá de advertir, en su Psicopatología de la vida cotidiana que dichas causas introducen un real ineluctable que permite distinguir entre elección (preferencia, traduce Alomo) y decisión. Allí Freud describe la paradójica y usual convicción acerca de la existencia en nosotros de un libre albedrío. Esa convicción sólo se exterioriza en referencia a las decisiones triviales e indiferentes, en las que podríamos haber elegido otra cosa, mientras que cuando se trata de grandes e importantes decisiones de la voluntad, se tiene más bien la sensación de algo ineluctable, y de buena gana se concede: “A esto me atengo, otra cosa no puedo”.

Alomo habrá de mostrar la riqueza inmensa del campo abierto por esta línea de investigación. Concretamente, cómo la exploración analítica de la libertad se extiende a los distintos tipos clínicos, incluso a la esquizofrenia, donde todo cambia desde que se la concibe, con Lacan, no solamente como enfermedad ni como libertad negativa, sino también como posición irónica del ser hablante, para quien el valor esencial del lenguaje está en esa posibilidad señalada en Antígona, la de separarse electivamente de todas las características del drama histórico que se ha atravesado. El lenguaje deja siempre al alcance del ser que lo habita la posibilidad de decir o no al ciclo de las generaciones y de las corrupciones, a las coerciones de la historia y a las imposiciones del Otro, dándole esa posibilidad angustiosa y radical de liberarse de, y tal vez de ser libre para.

 

Gabriel Lombardi, Julio de 2013

MARTIN ALOMO

Dr. en Psicología de la UBA

Para contactarse con Martín puede escribir a:
martinalomo@hotmail.com

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